Archivo por días: 31 diciembre, 2014

Aaron y Michelle 2º capítulo

De nuevo arropada por la seguridad que mi casa me ofrece, entro en la cocina y le pido a Clementine que me prepare algo para cenar. Mi ama de llaves lleva conmigo los tres últimos años y lo cierto es que es un activo imprescindible en mi vida, sin ella mi casa sería un caos total.

Me siento delante del ordenador, tengo emails que responder, asuntos de los que ocuparme y concertar varias citas para las catas que tenía previstas, pero tras observar la pantalla durante más de quince minutos sin hacer absolutamente nada, me doy por vencida y me siento en el sofá… lo mejor será que por esta noche me lo tome con calma, cenaré viendo una película y me iré a dormir temprano, así quizá mañana me levante con ánimo para ir a montar a caballo… o para pasear por la playa. Y el paseo no tendría nada que ver con cierto hombre. Absolutamente nada.

Intento concentrarme en la cena, en la tele… incluso le pido a Clementine que se siente a cenar conmigo y me de conversación. Pero nada surte efecto. No puedo quitarme de la cabeza el cúmulo de sensaciones que fluctuaban por mi cuerpo durante los escasos segundos que pasé con Aaron.
¡Oh por favor! ¡Si tan sólo fueron unos instantes! Sí, pero qué instantes… vaya por Dios… y yo pensando que mi conciencia se había vuelto muda.

Finalmente me meto en la cama tras una larga y caliente ducha, sí. Eso es lo mejor.
Cierro los ojos totalmente concentrada en dormir, dormir y descansar. Mañana va a ser un día realmente agotador y necesito recargar energías.

Unas manos grandes, fuertes y calientes me recorren los muslos hacia la cadera arrastrando el fino camisón con ellas, la caricia es posesiva, intensa, sensual. De repente unos labios se apoderan de mi boca y el tacto es como la caricia, sin duda un anticipo de lo que vendrá a continuación, una lengua húmeda y exigente invade mi boca, explora, busca, encuentra y conquista, busca mi rendición y la obtiene. Todo lo que me rodea me altera y me excita de formas que nunca había sentido.

— Aaron — susurro totalmente en éxtasis
— Shhh, lo sé cariño. Tú sólo disfruta — oh… esa voz

Siento como unos dientes marcan un camino desde debajo de mi oreja hasta mi pecho, suaves y delicados pero a la vez terriblemente eróticos.

Los labios calientes me besan con ternura mientras esas manos recorren todo mi cuerpo, ascienden por mi costado, suben por mis brazos y sus dedos se entrelazan con los míos, mi cuerpo se arquea por las pequeñas explosiones de placer, el cuerpo de Aaron me bloquea los movimientos y se prepara para darme más placer, para darme lo que más necesito en estos momentos, me abre las piernas con su rodilla y rápidamente se pone entre mis piernas…
¡Oh sí! Gemiría de auténtico placer si su boca no estuviese cubriendo totalmente la mía.

Bip, bip, bip…

¿Qué? necesito varios segundos para darme cuenta de que lo que suena es mi teléfono. Lo miro y tengo que obligarme a bajar la mano sin lanzarlo contra la pared.
Me froto los ojos y suspiro. No me lo puedo creer. El mejor sueño de mi vida y me interrumpe mi hermana pequeña.

— Dime Charlotte — digo intentando controlar mi voz
— Querría pasar unos días contigo antes de volver a Suiza ¿te parece bien?
— ¿Pero no estabas con mamá en Nueva York?
— Tú lo has dicho… estaba…
— Algún día tendrás que hacer las paces con ella
— Algún día… — cierro los ojos y me doy por vencida
— ¿Cuándo llegas?
— Mañana por la mañana, pero no hace falta que vayas a buscarme, ya llegaré yo
— Charlotte…
— Iré sola te lo prometo
— Muy bien, nos veremos mañana

Tras colgar el teléfono me dejo caer en la cama.

¡Qué calor tengo! Estoy acalorada, me siento arder las mejillas y aún me tiemblan las manos y las piernas y todo eso a pesar de la conversación con mi hermana pequeña… ha sido el sueño más intenso y vívido que he tenido nunca. ¡Qué barbaridad!

CONTINUARÁ…

Aaron y Michelle 1º capítulo

Cierro los ojos y suspiro…

Me siento vacía, sola, inútil… sí, he conseguido todo lo que me he propuesto en la vida, eso es cierto, por supuesto no olvido que mis padres me han servido de trampolín, pero es que me falta algo… tengo treinta y cinco años, estoy soltera, vivo en una preciosa casa en la Provenza, en el maravilloso pueblo de Saint-Jean-Cap-Ferrat. Tengo dinero, posición social y casi todo lo que puedo desear… salvo a alguien que me quiera de verdad.

Debe ser porque soy la única de mis amigas que aún no tiene pareja, ni formal, ni para esporádicos encuentros ni para nada… he conocido a varios hombres por supuesto, pero ninguno me ha hecho perder el sentido.

Cuando escuchaba a mi mejor amiga Sophie leyendo sus votos matrimoniales me di cuenta de dos cosas, la primera era que me alegraba de corazón de que ella y Adam se hubiesen encontrado, basta mirarles a los ojos para saber que se aman de verdad. Y lo segundo de lo que fui consciente es que la envidio.

La ceremonia fue absolutamente preciosa y romántica, el banquete espectacular y la fiesta impresionante. Sin embargo yo salí de allí sintiéndome un bicho raro, una especie de ser vivo que aún está por identificar…

La suave brisa del verano me trae el maravilloso aroma de los campos de lavanda que están detrás de mi propiedad y cierro los ojos mientras suspiro una vez más… hay algo que aún no he conseguido, jamás me he enamorado.

Tengo que quitarme la melancolía de encima, tengo que dejar de compadecerme y la mejor forma de hacerlo es nadando en las tranquilas aguas de playa Paloma, voy a ir andando ya que está a un kilómetro justo desde la puerta de mi casa y me dará una fantástica oportunidad para intentar relajarme.

Estamos a finales de septiembre y aunque el tiempo ha empezado a enfriar aún se puede pasear por la arena y dado la ansiedad que siento, incluso puede que me atreva a meter los pies en el agua.
En cuanto llego a la playa me quito las bailarinas y camino por la arena, es una sensación muy relajante, cierro los ojos para dirigirme hacia el agua que hoy está realmente tranquila.

Me siento tan a gusto que abro los brazos e intento captar los últimos rayos de sol que quedan, pero de repente algo se abalanza contra mí derribándome al suelo y haciendo que la arena se me meta en la boca.

— ¡Oh Señor! Lo lamento mucho, no te he visto — la voz masculina me retumba en la cabeza
— ¡Jesús! Eres como un tren de mercancías — digo cuando termino de escupir granos de arena
Unos poderosos brazos me ayudan a levantarme y necesito unos segundos para que mi cerebro se ubique y mi equilibro se restaure.
— Lo lamento de veras… ¿te encuentras bien?
— Sí… más o menos — miro al hombre que me habla pero solo veo un bronceado, amplio y musculoso torso — eres… enorme… — digo alzando la vista
— Gracias — me dedica una preciosa sonrisa — tendrás que disculparme, pero no te he visto, iba pendiente de mi cronómetro
— ¿Entrenas para alguna maratón? — pregunto mientras me sacudo la ropa
— Más o menos… mi nombre es Aaron
— Michelle — no puedo apartar los ojos de su intensa mirada azul
— Encantado — me coge la mano, me besa en el dorso y a mí me cuesta respirar
— Lo mismo digo — digo totalmente embobada
— ¿Volveremos a vernos?
— Es probable

Me dedica una sonrisa de cine y tras volver a besarme en el dorso de la mano se aleja corriendo.
Y yo como si hubiese perdido totalmente el control de mis facultades no puedo dejar de mirarle, nunca he pensado que el deporte fuese algo en lo que perder el tiempo, pero ver todos esos músculos correr por la arena, ese cuerpo lleno de minúsculos brillantes donde el sol se refleja en las gotas de sudor… es como escuchar poesía.

Cuando ya no puedo verle decido poner fin a esta fantasía y volver a casa. Y tengo que reprimir las lágrimas mientras me acerco a la privacidad de mi hogar, por triste que parezca, este encuentro ha sido lo más fascinante que me ha pasado nunca.

CONTINUARÁ…