Por la mañana me despierto deliciosamente dolorida y al girarme noto la presencia de Aaron a mi lado.
Suspiro quedamente mientras le observo, el sol entra por las ventanas ya que anoche me olvidé de cerrar las persianas, obviamente tenía otras cosas en mente.
— Buenos días Michelle — dice Aaron justo antes de girarse
— Buenos días — respondo ruborizándome
Tras unos momentos en los que me siento ligeramente incómoda porque no sé cómo reaccionar más que nada, Aaron se hace cargo de la situación y propone desayunar, una ducha y un paseo por la playa. Obviamente le digo que sí a todo.
Decir que pasamos una mañana maravillosa es quedarse corta. Es el mejor día de mi vida con diferencia. Nunca me he sentido así con un hombre. Es atento, encantador, dulce, amable, divertido… es el hombre perfecto.
En mi cabeza siento una pequeña alarma que me repite una y otra vez: “no existen los hombres perfectos”. Y por lo que yo sé, eso es totalmente cierto, pero por alguna extraña razón el resto de mi ser no está de acuerdo con mi cerebro. Y por una vez en mi vida me permito dejarme llevar, creo que va a ser algo positivo.
Justo antes de sentarnos a comer en la terraza de mi habitación, Aaron recibe una llamada que le deja bastante tenso y disculpándose torpemente empieza a despedirse de mí.
— No tienes que darme explicaciones — le interrumpo — pero si te apetece repetirlo, ya sabes donde encontrarme
— Me encanta estar a tu lado Michelle, no es que me apetezca volver a tu lado, es que es lo que más deseo en esta vida — dice besándome dulcemente
Tras una intensa y sensual despedida con besos atrevidos, finalmente observo como se sube al taxi al que ha llamado y se va.
El resto del día es una tortura, pero al caer la noche, el timbre de mi puerta suena y no soy capaz de respirar.
Aaron, el hombre más maravilloso que jamás he conocido está ahí, de pie, con una rosa roja en la mano y una preciosa sonrisa en la cara.
La relación que tenemos es de lo más extraña, pasamos las noches juntos, pero al amanecer cada uno nos dedicamos a nuestras vidas, nada de detalles sobre nuestros entornos, sin embargo sí que hay muchos recuerdos compartidos.
Al cabo de tres semanas, los dos hemos entrado en la rutina de vernos en cuanto el sol se esconde y separarnos al amanecer. Y los dos parecemos bastante contentos con nuestro particular arreglo.
El problema es que para mí ya no se trata sólo de la parte sexual, escucharle hablar, sentir sus caricias mientras nos damos de comer el uno al otro, su forma de mirarme, lo que siento cuando estoy en sus brazos… se está convirtiendo en algo mucho más importante.
— Esta noche estás más callada que de costumbre — me dice sacándome de mis ensoñaciones
— Dime una cosa… ¿qué pensarías si yo te pidiera algo más? — le digo mirándole a los ojos
— ¿Algo más? — pregunta confuso — exactamente ¿qué más quieres?
— Sí. Necesito algo más que tenerte sólo por las noches, quiero poder escuchar tu voz durante el día, quiero poder abrazarte cuando me siento perdida, quiero saber más de ti, quiero una relación de verdad
Durante unos terribles segundos tan sólo me mira fijamente, tiene la mandíbula tensa, al igual que los músculos. Y cuando estoy tentada a decirle que aceptaré lo que él me ofrezca, se levanta del taburete y me besa.
— Me asusta que puedas leerme la mente Michelle, yo quiero exactamente lo mismo pero no sabía cómo planteártelo, no quería asustarte y perderte
— Quiero conocerte de verdad
— Y yo a ti
Es el momento más romántico que he vivido nunca. De verdad que es el hombre perfecto, al menos para mí y aunque estoy aterrada porque use mi corazón a su antojo y después me lo devuelva destrozado cuando encuentre a alguien mejor que yo, lo cierto es que es la primera vez que me siento viva de verdad, que no me siento un trasto viejo e inútil y sobre todo que no me siento sola.
CONTINUARÁ…