Enamorada de ti – Parte final

Isaac se paseaba por delante de la puerta de la sala de embarque como un león enjaulado. Y cuando el personal de vuelo entró casi les arrolla a su paso, estaba más nervioso que en toda su vida, extrañamente no era por el hecho de que fuese a renunciar a su libertad, eso le daba igual, estaba nervioso por volver a verla, de hecho, había aprovechado el tiempo en el aeropuerto para comprarse unos vaqueros oscuros que le sentaban realmente bien y una camiseta ligeramente ajustada que le marcaba los músculos, quería impresionarla y al ver cómo le miraba la dependienta sabía que había hecho bien.

De forma autómata se dirigió a la salida y se subió a un taxi, dio la dirección donde vivían los padres de Marta y suspiró. El corazón le martilleaba en el pecho y se sentía desfallecer por momentos.

Había llegado a Italia hacía ya casi tres horas… había pasado gran parte de ese tiempo explicándoles a sus padres los motivos de su inesperado viaje, sabía que en cuanto les dijese que quería quedarse con ellos una temporada, estos pasarían por alto cualquier otra cosa que ella les dijese. Pero estaba exhausta, la conversación había sido liberadora a la par que tensa y ahora sentía que no le quedaban fuerzas en el cuerpo. Aun así, decidió no dejarse llevar por la melancolía, lo mejor sería dar un paseo por el pueblo donde sus padres vivían.

Sabía que jamás podría olvidar al amor de su vida, pero sin duda, estar a miles de kilómetros la ayudaría a sobrellevarlo, le echaba tanto de menos que le dolía el alma, no se quitaba de la cabeza su preciosa sonrisa, su voz, la forma en que la miraba… necesitaba un poco de aire fresco que la ayudase a despejarse y Milán ofrecía todo un abanico de posibilidades para mitigar las penas.

Y al salir de la casa le vio. Y el mundo dejó de girar para ella. Seis años llevaba soñando con esta escena, toda su vida anhelando que el hombre de sus sueños lo dejase todo por ir a buscarla. Y ahora le tenía delante de él, mirándola con fuego en los ojos, estaba más que atractivo, era la tentación con cuerpo de hombre.

Cuando se estaba acercando a la puerta de la casa de planta baja donde la mujer que amaba se había criado, los recuerdos de todos los veranos que pasaron juntos le torturaron hasta casi hacerle estallar el corazón en el pecho, tenía que haberse dado cuenta antes, mucho antes… llevaba toda su vida negándose a lo evidente, pero ya no podía seguir así.

En ese instante la puerta se abrió y la imagen de Marta le golpeó con fuerza, había estado llorando, otra vez, tenía ojeras y parecía extremadamente cansada, se sentía culpable porque sabía que todo había sido culpa suya, pero iba a remediar la situación, ya no tenía miedo, ahora sabía lo que quería, y lo que más quería en el mundo era a la mujer que le miraba fijamente como si no fuese real.

– Escúchame bien Marta — dijo acercándose peligrosamente a ella — me he pasado seis malditos años intentando saber qué es lo que hice mal para que no quisieras saber nada más de mí, intenté olvidarte y te buscaba en otras mujeres, nada funcionaba, tú aparecías y yo dejaba de respirar — Marta no era capaz de hablar — pasaste por un infierno tú sola y sé que fue culpa mía, pero escúchame atentamente — se acercó a ella hasta quedar casi pegados — si vuelves a alejarte de mí alguna vez, te juro por el Dios en el que creas que te ato a mi cama y jamás volverás a salir sola a la calle — le sujetó la cara con las dos manos — llevo enamorado de ti desde la primera vez que te vi, pese a mis burdos intentos no he conseguido sacarte de mi corazón y ahora no quiero que jamás salgas de él. Eres la mujer de mis sueños, mi mujer ideal, la única que quiero en mi vida, en mi cama, en mi corazón y la única que es dueña de mi alma — la besó con pasión y se deleitó con el sabor que tanto había echado de menos — dime que volverás conmigo

– Yo también estoy enamorada de ti

FIN

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