Aaron y Michelle 1º capítulo

Cierro los ojos y suspiro…

Me siento vacía, sola, inútil… sí, he conseguido todo lo que me he propuesto en la vida, eso es cierto, por supuesto no olvido que mis padres me han servido de trampolín, pero es que me falta algo… tengo treinta y cinco años, estoy soltera, vivo en una preciosa casa en la Provenza, en el maravilloso pueblo de Saint-Jean-Cap-Ferrat. Tengo dinero, posición social y casi todo lo que puedo desear… salvo a alguien que me quiera de verdad.

Debe ser porque soy la única de mis amigas que aún no tiene pareja, ni formal, ni para esporádicos encuentros ni para nada… he conocido a varios hombres por supuesto, pero ninguno me ha hecho perder el sentido.

Cuando escuchaba a mi mejor amiga Sophie leyendo sus votos matrimoniales me di cuenta de dos cosas, la primera era que me alegraba de corazón de que ella y Adam se hubiesen encontrado, basta mirarles a los ojos para saber que se aman de verdad. Y lo segundo de lo que fui consciente es que la envidio.

La ceremonia fue absolutamente preciosa y romántica, el banquete espectacular y la fiesta impresionante. Sin embargo yo salí de allí sintiéndome un bicho raro, una especie de ser vivo que aún está por identificar…

La suave brisa del verano me trae el maravilloso aroma de los campos de lavanda que están detrás de mi propiedad y cierro los ojos mientras suspiro una vez más… hay algo que aún no he conseguido, jamás me he enamorado.

Tengo que quitarme la melancolía de encima, tengo que dejar de compadecerme y la mejor forma de hacerlo es nadando en las tranquilas aguas de playa Paloma, voy a ir andando ya que está a un kilómetro justo desde la puerta de mi casa y me dará una fantástica oportunidad para intentar relajarme.

Estamos a finales de septiembre y aunque el tiempo ha empezado a enfriar aún se puede pasear por la arena y dado la ansiedad que siento, incluso puede que me atreva a meter los pies en el agua.
En cuanto llego a la playa me quito las bailarinas y camino por la arena, es una sensación muy relajante, cierro los ojos para dirigirme hacia el agua que hoy está realmente tranquila.

Me siento tan a gusto que abro los brazos e intento captar los últimos rayos de sol que quedan, pero de repente algo se abalanza contra mí derribándome al suelo y haciendo que la arena se me meta en la boca.

— ¡Oh Señor! Lo lamento mucho, no te he visto — la voz masculina me retumba en la cabeza
— ¡Jesús! Eres como un tren de mercancías — digo cuando termino de escupir granos de arena
Unos poderosos brazos me ayudan a levantarme y necesito unos segundos para que mi cerebro se ubique y mi equilibro se restaure.
— Lo lamento de veras… ¿te encuentras bien?
— Sí… más o menos — miro al hombre que me habla pero solo veo un bronceado, amplio y musculoso torso — eres… enorme… — digo alzando la vista
— Gracias — me dedica una preciosa sonrisa — tendrás que disculparme, pero no te he visto, iba pendiente de mi cronómetro
— ¿Entrenas para alguna maratón? — pregunto mientras me sacudo la ropa
— Más o menos… mi nombre es Aaron
— Michelle — no puedo apartar los ojos de su intensa mirada azul
— Encantado — me coge la mano, me besa en el dorso y a mí me cuesta respirar
— Lo mismo digo — digo totalmente embobada
— ¿Volveremos a vernos?
— Es probable

Me dedica una sonrisa de cine y tras volver a besarme en el dorso de la mano se aleja corriendo.
Y yo como si hubiese perdido totalmente el control de mis facultades no puedo dejar de mirarle, nunca he pensado que el deporte fuese algo en lo que perder el tiempo, pero ver todos esos músculos correr por la arena, ese cuerpo lleno de minúsculos brillantes donde el sol se refleja en las gotas de sudor… es como escuchar poesía.

Cuando ya no puedo verle decido poner fin a esta fantasía y volver a casa. Y tengo que reprimir las lágrimas mientras me acerco a la privacidad de mi hogar, por triste que parezca, este encuentro ha sido lo más fascinante que me ha pasado nunca.

CONTINUARÁ…

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