Enamorada de ti – 7ª parte

Cuando las dos amigas entraron en el piso de Lucía buscando a Marta, se encontraron con la carta pegada al espejo del recibidor. Ambas la leyeron mientras las lágrimas les caían por el rostro. No tenían ni idea, su mejor amiga llevaba sufriendo en silencio tanto tiempo… y lo había hecho sola.

Sara se enfureció. Perdió totalmente el control. Le arrancó la carta a Lucía de las manos y bajó corriendo las escaleras, salió a la calle y se dirigió al restaurante de su hermano, su amiga la seguía de cerca. No estaba lejos, a tan sólo tres manzanas de allí, aun así, llegaron corriendo.

Entraron sin saludar a nadie, furiosas como estaban y atravesaron las puertas de la cocina sobresaltando a todo el mundo.

– ¡Isaac! — gritó Sara — ¡eres el mayor hijo de puta que he conocido en mi vida! — seguía gritando ante la atenta mirada de los ayudantes de su hermano y de él mismo — ¡te acostaste con ella y la dejaste tirada! ¡eres un cabrón! ¡te dije mil veces que ella te quería! Que siempre te quiso, que ella no veía al bala perdida que veíamos los demás, ella veía al hombre en el que podrías llegar a convertirte alguna vez — cogió aire y su hermano aprovechó para hacerla callar, tapándole la boca pues estaban cara a cara

– ¡Salir todos de la cocina! ¡ya! — con el último grito todo el mundo salió espantado — ¿de qué cojones me estás hablando? — miró a su hermana sin entender nada

– Te odio Isaac, te odio con todo mi corazón… jamás pensé que me arrebatarías a una de las personas más importantes de mi vida y ahora Marta se ha ido para siempre y nos ha dejado solas… ¡y todo por tu culpa! Tenías que acostarte con ella ¿verdad? tenías que utilizarla igual que haces con todas… y ahora se ha ido para siempre

– Sara… ¿de que hablas? — su propio corazón le martilleaba en el pecho, no había visto a su hermana así desde que sus padres murieron hacía ya tantos años — ¿qué es lo que ocurre con Marta?

– ¡Toma! — le clavó la carta en el pecho con fuerza — desde hoy tampoco tengo hermano… mamá y papá deben estar avergonzados de ti

Acto seguido cogió a su amiga Lucía del brazo y las dos salieron deprisa de aquel restaurante en el que tantas veces habían compartido cena, vino, risas y veladas únicas. Ahora todo eso formaría parte de los recuerdos.

Isaac cogió con las manos temblorosas la carta que su hermana le había entregado mientras su cabeza funcionaba a toda velocidad. Su hermana pequeña jamás le había hablado en ese tono, estaba realmente dolida y herida, podía leer en ella con total claridad y sentía que cuando le dijo que le odiaba lo hacía de todo corazón.

Leyó aquella hoja de papel llena de lágrimas a medio secar mientras el corazón le estallaba de dolor en el pecho, su dulce Marta se había ido para siempre. No podía creer lo que estaba leyendo… ella se quedó embarazada, intentó recordar cómo podría ser y al hacerlo revivió aquella noche, se acostaron varias veces y no usaron protección nada más que la primera vez. Ella le había entregado su virginidad, tampoco recordaba eso… aunque ahora entendía por qué ella se había empeñado en hacerlo bajo la ducha y él no se había dado ni cuenta.

Dejó la carta sobre la encimera de la repostería y se golpeó la frente varias veces con fuerza, podía comprender por qué su hermana le odiaba. Con razón Marta jamás le había concedido otra noche, con la primera tuvo más que suficiente… la dejó embarazada y después perdió al bebé… a su bebé… y lo había hecho todo ella sola porque la única vez que ella le pidió ayuda, estaba muy ocupado teniendo en la boca la teta de aquella chica de periodismo en aquella estúpida fiesta universitaria.

Al recordar la llamada sintió nauseas y quiso golpearse hasta quedar inconsciente. Una frase se repetía una y otra vez en su cabeza: “sigo enamorada de él y siempre lo estaré”. Necesitó unos segundos para recomponerse y tomó una decisión.

Apenas cuarenta minutos más tarde estaba entrando en el aeropuerto de Barajas, se dirigió hacia un mostrador de una compañía aérea y compró un billete para Milán. El avión salía en tres horas. Tenía ese tiempo para pensar en cuál sería su siguiente paso y en lo que estaba dispuesto a sacrificar para hacer que Marta volviese a su lado. Y tenía claro que lo conseguiría, aunque tuviese que secuestrarla. No podía perderla, simplemente no podía.

CONTINUARÁ…

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